jueves, julio 19, 2007

Membretes

Cuando el leoncito almuerza
la leona rejuvenece

Cuando el fuego reclama su parte
la tierra enrojece

Cuando la muerte le habla del amor
la vida se estremece

Cuando la vida le habla de la muerte
el amor sonríe.

Jacques Prevért. Cuando...
(uno más de la Lluvia y el Sol)

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Esto no es todo, amigos

miércoles, julio 18, 2007

Libretas Norte Pág. 76. Cadena alimentaria

La teoría dice que ningún organismo puede sobrevivir en ese medio, aunque un enjambre de moscas la desacredita sobrevolando a pura impunidad la materia oleosa y nauseabunda en procura de un banquete.

Creen ingenuamente que nadie puede respirar bajo el el caldo de metales pesados que alguna vez fue agua, pero ignoran que algunos sapos negros del Riachuelo aún están allí, con sus ojos fuera de la superficie porque tarde o temprano se presentará el alimento. El razonamiento es simple y efectivo: se sabe que de la impunidad a la estupidez hay sólo un paso y las moscas terminan pagando caro el exceso de confianza.

No es muy frecuente ver cocodrilos en el Riachuelo, pero hay unos pocos que bogan entre los cascos semihundidos y la basura mirando de reojo al sapo negro -su bocado preferido- hacer lo suyo. Con paciencia milenaria, guardan expectante silencio y apuestan con sabiduría al error del contrincante.

Al atardecer, se transmite una señal entre ellos. Nadie sabe bien cómo lo hacen, quizás sea un entrechocar de mandíbulas o tal vez la ondulación acompasada de sus colas, pero lo cierto es que, como de costumbre, el mensaje de alerta les indica que deben hundir sus cuerpos costrosos en el cieno del fondo y evitar a los cazadores furtivos que se acercan a la ribera desde alguna de las tantas villas vecinas portando armas rudimentarias. Llevan palos, cadenas, alambres y ladrillos. Si se quiere, un arsenal demasiado magro para tratar de cambiar la suerte.

Entretanto, temprano en la mañana, los fabricantes de carteras pasan cuchillos y colmillos por la piedra de afilar mientras esperan ansiosos la llegada de otra tanda de materia prima.

No muy lejos de allí, una mujer camina sin rumbo por los pasillos del shopping, se detiene frente a la vidriera de un local, observa con detenimiento algo que la tienta, entra. Sale al rato con una expresión radiante pinchada en el rostro y su nueva cartera de piel de cocodrilo colgando del brazo.

Lo que sigue, sucede más rápido de lo que es posible contar.

Al salir, un pibe la empuja, le arrebata la cartera y corre.

Por una vez, ella cree comprender lo que es ser víctima y llora, despatarrada en el cordón de la vereda.

Algunas horas más tarde, camino a su casilla, alguien se come al pibe para afanarle la cartera.

Hay testigos circunstanciales, un llamado, denuncias, varios móviles policiales que convergen al lugar del hecho, alguien que corre, gritos, acusaciones.

Una sombra trata de cruzar a nado el Riachuelo con la cartera entre los dientes hasta que el reflector la enfoca. Sin aviso, la yuta tira a matar. Los dos primeros impactos no parecen alterar su marcha, pero el tercero da de lleno en su cabeza y se hunde.

Nadie se molesta en recuperar un cuerpo que es posible que nadie reclame.

A la mañana siguiente, la cartera flota entre desechos y cocodrilos, el cuerpo hinchado se pudre al sol cerca de la orilla, una nube de moscas disfruta la buena nueva.

A corta distancia, los sapos negros del Riachuelo lo observan todo y esperan su turno.

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Esto no es todo, amigos

martes, julio 17, 2007

Membretes

Cuando niño
viví divertidamente
la risa loca todos los días
la risa loca de verdad
y además una tristeza tan triste
y a veces las dos al mismo tiempo.
Entonces me creía desesperado.
Simplemente no tenía esperanza
no tenía nada más que estar vivo
estaba intacto
estaba contento
y estaba triste
pero nunca lo aparentaba.
Conocía el gesto para permanecer vivo.
Sacudir la cabeza
para decir no
sacudir la cabeza
para no dejar entrar a las ideas de la gente.
Sacudir la cabeza para decir no
y sonreír para decir sí
sí a las cosas y a los seres
a los seres y a las cosas para acariciar
para amar
para tomar o dejar.
Era como era
sin mentalidad.
Y cuando tenía necesidad de ideas
para hacerme compañía
las llamaba.
Y venían
y decía que sí a las que me gustaban
a las otras las tiraba.

Ahora he crecido
las ideas también
pero son siempre grandes ideas
hermosas ideas
ideas ideales.
Y todavía me río de ellas en su cara.
Pero me esperan para vengarse
y comerme
un día en que esté muy cansado
pero yo en un rincón del bosque
las espero también
y les corto el pescuezo
y les corto el apetito.

Jacques Prévert. Ahora he crecido
(de La lluvia y el Sol)

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Esto no es todo, amigos

lunes, julio 16, 2007

Radio Imaginaria # 51. Consejos

- Buenas noches, Maestro...¿puedo pedirle un consejo?
- Sólo si es el último recurso.
- Cuando uno pide un consejo es porque escasean los recursos, pero creo que Usted apunta a otra cosa.
- Cuando apunto, acierto.
- ¿Es un buen tirador?
- Más bien un buen apuntador. No me pierdo detalle de lo que pasa y anoto todo en mi libretita.
-...
- ...
- Aún sigo con ganas de pedirle ese consejo.
- No veo la razón de dirigirse a mí para tal empresa, Antonio. Pero ya que insiste, me gustaría preguntarle qué me vió.
- Le ví el saco de siempre que colgó en el perchero, su cara de bueno, la mirada algo más perdida que de costumbre, los pies mojados...
- Ya...no siga. Digo qué le haría pensar que yo pudiera darle ese consejo que busca.
- Si soy sincero, nada.
- Entonces imagino que sabe lo que hacer.
- Por supuesto, Maestro, gracias.
- ¿Por?
- Por su consejo.

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