La verdadera historia de Huang-Two-Tli
A menudo me preguntan de dónde proviene mi sabiduría. Para ser sincero, lo ignoro.
Intuyo que se la debo a mi dedo índice y sobre todo a la uña que dejo crecer desde que nací, conforme a una rígida tradición milenaria cuyo fundamento desconozco pero lejos estoy de objetar, como corresponde actuar frente a cualquier rígida tradición milenaria. De esa forma ha crecido por decenios desde entonces, siguiendo lo que cualquier observador desaprensivo juzgaría como un desmadre queratinoso sin remedio por no decir el obstinado capricho de un organismo desquiciado.
Frecuentemente hago el ejercicio de vendarme los ojos y apuntar mi dedo al azar hacia alguno de los quince animales que habitan el prado que se extiende entre mi casa y el arroyo. En esas ocasiones queda claro que el destino no es una línea recta.
Así como la distancia entre el vértice agudo y nacarado de mi uña y el animal elegido se vuelve incierta antes de rozar su piel, el destino también suele dar vueltas y parece a punto de quebrarse en una trayectoria insospechada que sólo el tiempo nos ayuda a comprender.
Ya sea que se afine como un sedal o se calcifique como una ostra, mi uña siempre señala a quien no lo espera.
Apenas eso es el destino. Pero...¿quién lo creería?
Esto no es todo, amigos
Intuyo que se la debo a mi dedo índice y sobre todo a la uña que dejo crecer desde que nací, conforme a una rígida tradición milenaria cuyo fundamento desconozco pero lejos estoy de objetar, como corresponde actuar frente a cualquier rígida tradición milenaria. De esa forma ha crecido por decenios desde entonces, siguiendo lo que cualquier observador desaprensivo juzgaría como un desmadre queratinoso sin remedio por no decir el obstinado capricho de un organismo desquiciado.
Frecuentemente hago el ejercicio de vendarme los ojos y apuntar mi dedo al azar hacia alguno de los quince animales que habitan el prado que se extiende entre mi casa y el arroyo. En esas ocasiones queda claro que el destino no es una línea recta.
Así como la distancia entre el vértice agudo y nacarado de mi uña y el animal elegido se vuelve incierta antes de rozar su piel, el destino también suele dar vueltas y parece a punto de quebrarse en una trayectoria insospechada que sólo el tiempo nos ayuda a comprender.
Ya sea que se afine como un sedal o se calcifique como una ostra, mi uña siempre señala a quien no lo espera.
Apenas eso es el destino. Pero...¿quién lo creería?
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