Almuerzo en el Brighton. Primera escena.
Cuando fui a Valpo por segunda vez el fin de siglo no era más que el mal recuerdo de una resaca lejana.
Un par de años antes del hecho y otros tantos después de esa circunstancia solemne y absurda había cumplido con creces el sueño del padre de Montano: conocer por fin ese océano que en los mapas se ve tan celeste como todos los otros y que por pura desconfianza quise ver de cerca.
Una vez allí y con conocimiento de causa estuve en condiciones de desacreditar por fin la absurda visión de los cartógrafos. No sé hacia dónde miran estos tipos con sus catalejos o si los que usan están absolutamente desenfocados pero lo cierto es que el pacífico es absolutamente distinto a como se lo ve en los mapas. Pareciera que para ellos sólo basta un indicio de agua para pintar todo de celeste.
Sin embargo, el océano es muy distinto a ese cuadro que vemos en los pizarrones. Y para comprobarlo me dejé hundir hasta la asfixia y el entumecimiento en el oleaje indómito que peleaba palmo a palmo con las rocas de la costa una batalla germinal por la supremacía de los elementos.
No fue mi mejor día, pero salí a flote con una sonrisa y las piernas entumecidas con un tinte azulado levemente virando al violeta. Se lo veía bello para cualquier composición pero no en mis piernas. Queda claro.
Me intrigó saber si el Brighton realmente existía y -para ser fiel al relato en Montano- si desde esa terraza realmente se veía el océano.También, y en otro nivel de pensamiento, si era posible que un otro pudiera sentir la necesidad de ver por primera vez el Pacífico, y más aún, se empeñara en escribir sobre ello.
Respetaba su impresión por tres motivos.
1. Nunca había estado allí .
2. El tipo era un "atlántico" como yo, pero uno que casi al mismo tiempo expresaba algunos pocos deseos que tuve.
3. No soy tan crítico con las mentiras literarias porque entiendo que de alguna forma siempre hacen crecer nuestros relatos.
Sin embargo, en este caso me puse la toga y decidí juzgar cuánto había de verdad en su relato.
Si dijera que regresé a Valpo gracias a Vila-Matas faltaría a la verdad.
Lo hice sin buscar nada.
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