lunes, febrero 04, 2008

Mitos #2 Ranas y Sapos

Salí a caminar por el jardín escapando del agobio de un verano que se hacía sentir con fuerza dentro de la casa. Me pareció escuchar una bonita rana y entonces me pregunté si sería una princesa encantada.

¿Habré de besarla como recomiendan los manuales o será un sapo perverso que saca provecho de tantos siglos de cuentos clásicos para estampar su lengua pegajosa en los labios del primer transeúnte iluso que se le pasa por delante?
¿Y si en vez de un sapo perverso fuera realmente un príncipe?
¿Y si llevado por mi buena fe besara a un sapo-que-realmente-es-príncipe, me pediría la mano para conducirme a un matrimonio a todas luces difícil de consumar?
¿Y si en realidad fuera yo - quién sabe por cuál pretérito maleficio- un sapo encantado que padece desde hace milenios esta pálida existencia en una envoltura de humano que no me es grata y a la cual nunca he terminado de acostumbrarme?
En ese caso, ¿debería dudar de lo que soy o de lo que es el otro?
¿Debería dejar que el otro dude de él y yo simplemente concentrarme en mi duda?
¿Se puede besar y dudar o es a todas luces impropio hacerlo cuando se besa?
¿Una rana se besa con los ojos abiertos o con los ojos cerrados?
¿Y un sapo?
¿Yun príncipe?
¿Y una princesa?

Un sapo encantado (es decir un príncipe bajo estado de hechizo) y ua rana encantada (una princesa bajo el mismo estado) tienen estadísticamente más posibilidades de besarse que una rana y un humilde cortesano o un sapo y una doncella.

En la hipótesis anterior, ¿cuál es la necesidad de involucrarnos a los humanos en enredos amorosos que de seguro no nos coresponden y apenas alcanzamos a comprender?

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