miércoles, noviembre 23, 2005

Road movie, antes de empezar a contar. Gata

Por fin tengo mi gata.

Llegó cuando menos la esperaba, pero me estoy enterando que así es como sucede.

No sé si es el azar de una puerta mal cerrada o un resquicio del alma lo que la convoca, pero tal vez no haya muchas diferencias entre una y otra cosa.

Desde el primer día se metió en mi cama y yo, que juré no hacerlo nunca, admito que no pude evitar acariciarla.
Como era de suponer, no dijo nada, pero me bastó con mirar detenidamente en lo profundo de sus ojos de gata para sorprenderme de
todo lo que tenía para contar. Y así nos dormimos, aunque no me pregunten quién lo hizo primero.

A la mañana siguiente, maullaba de hambre y descubrí que mi gata era algo especial.

Primero, desechó el tazón de leche que le acerqué.
Luego, descartada la leche, probé con un salmón crudo que esperaba en la heladera para convertirse en sashimi. Y nada.
¿Viví engañado o esa gata, como cualquiera, debería extasiarse ante una taza de leche o un trozo de pescado?
De todas formas, no había desprecio en su actitud, tan sólo parecía reírse.

Por último, tomé una de las bolsas recién compradas, y me dispuse a llenar su comedero azul.

No creo que pueda olvidar su mirada entre tierna y divertida, mientras una fina lluvia de piedritas sanitarias caía del envase equivocado formando montoncitos en su plato.

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1 Comments:

Blogger Fernanda said...

¿En serio?
¿Tienes una gata?

Y

¿Cómo la llamaste?

5:21 p.m.  

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