Membretes
1.
"Me gusta cuando me dice Usted: "aquí nos quedamos". Es curioso porque quiere decir lo contrario, quiere decir: "no se quede Usted". Cuando dice "aquí nos quedamos", es para que me vaya. Lo dice bien, lo dice amablemente, pero lo dice, decide que es hora de que me vaya, que se ha acabado".
2.
"A los hombres les cuesta quedarse junto a las mujeres, parece que es un fenómeno fisiológico normal, que después del amor pasan por una fase llamada refractaria, un período de insensibilidad durante el que no puede pedírseles nada..., refractaria, sí, ¿refractaria a qué?, ¿al cuerpo que tienen junto al suyo, a la mujer que les toca o a la simple idea de tener que seguir haciendo algo?, ¿a hablar, a volver a empezar, a admitir ese vínculo, por tenue que sea, que los liga y los aliena, piensan, temen? ¿Qué pasa por su cabeza, que sienten? ¿Tedio, hastío, asco? ¿Asco hacia sí mismo, asco hacia el otro? ¿Verguenza? ¿Verguenza por tener ese cuerpo apagado, retraído, retráctil? ¿Verguenza de estar allí, desnudo y desvalido como el primer día, junto a una mujer que se temen que va a pedirles, lo que está pidiendo ya, no ha dejado tal vez de pedirles lo que no pueden ustedes darle, porque tampoco lo tienen, no, no lo tienen y ella se lo pide, eso es lo que les averguenza ¿verdad?, ese agujero en el que están y que ella ignora, y prefieren huir, o que ella se largue...
3.
"Lo humillante en el fondo, no es que se marchen, o que nos pidan que nos marchemos, después -ni siquiera inmediatamente después-. Lo humillante, o sea lo que hace que nos sintamos con la cara pegada al suelo y en la boca un sabor anticipado de la muerte, es que no dejen nada de sí mismos, nada, de modo voluntario (dejan el esperma, el olor, el recuerdo de ustedes, por supuesto, pero si pudieran se lo llevarían). Se retractan como un asesino después de la confesión, la confesión de debilidad - no han dicho nada, no han hecho nada, ni siquiera han estado allí-. Al marcharse, lo niegan todo en bloque, y ese testigo que dice haberlos visto, esa mujer que testimonia su presencia, ha soñado: no eran ustedes. No eran ustedes.
Camille Laurens, "En esos brazos"
"Me gusta cuando me dice Usted: "aquí nos quedamos". Es curioso porque quiere decir lo contrario, quiere decir: "no se quede Usted". Cuando dice "aquí nos quedamos", es para que me vaya. Lo dice bien, lo dice amablemente, pero lo dice, decide que es hora de que me vaya, que se ha acabado".
2.
"A los hombres les cuesta quedarse junto a las mujeres, parece que es un fenómeno fisiológico normal, que después del amor pasan por una fase llamada refractaria, un período de insensibilidad durante el que no puede pedírseles nada..., refractaria, sí, ¿refractaria a qué?, ¿al cuerpo que tienen junto al suyo, a la mujer que les toca o a la simple idea de tener que seguir haciendo algo?, ¿a hablar, a volver a empezar, a admitir ese vínculo, por tenue que sea, que los liga y los aliena, piensan, temen? ¿Qué pasa por su cabeza, que sienten? ¿Tedio, hastío, asco? ¿Asco hacia sí mismo, asco hacia el otro? ¿Verguenza? ¿Verguenza por tener ese cuerpo apagado, retraído, retráctil? ¿Verguenza de estar allí, desnudo y desvalido como el primer día, junto a una mujer que se temen que va a pedirles, lo que está pidiendo ya, no ha dejado tal vez de pedirles lo que no pueden ustedes darle, porque tampoco lo tienen, no, no lo tienen y ella se lo pide, eso es lo que les averguenza ¿verdad?, ese agujero en el que están y que ella ignora, y prefieren huir, o que ella se largue...
3.
"Lo humillante en el fondo, no es que se marchen, o que nos pidan que nos marchemos, después -ni siquiera inmediatamente después-. Lo humillante, o sea lo que hace que nos sintamos con la cara pegada al suelo y en la boca un sabor anticipado de la muerte, es que no dejen nada de sí mismos, nada, de modo voluntario (dejan el esperma, el olor, el recuerdo de ustedes, por supuesto, pero si pudieran se lo llevarían). Se retractan como un asesino después de la confesión, la confesión de debilidad - no han dicho nada, no han hecho nada, ni siquiera han estado allí-. Al marcharse, lo niegan todo en bloque, y ese testigo que dice haberlos visto, esa mujer que testimonia su presencia, ha soñado: no eran ustedes. No eran ustedes.
Camille Laurens, "En esos brazos"
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