Dibujo sobre Huang
Un día estaba sentado frente a mi ventana. Sin motivo aparente, me sobresaltó la idea de que, casi imperceptiblemente, muy de a poco, iba dejando de ser yo.
Busqué indicios en el espejo y en los cajones del escritorio, pero nada de lo que encontré en esos sitios calmó mi ansiedad.
Sin perder tiempo, me acosté con la voluntad de soñar que alguien dibujaba mi contorno, los rasgos que tuve alguna vez y no esta pálida caricatura de lo que fui.
Mi deseo debe haber sido muy intenso, porque efectivamente soñé ese sueño y pude ver que distintas manos se acercaban a mí con lápices, óleos, tintas de varios colores. Recién entonces, cerré los ojos que ya tenía cerrados y descansé en paz.
Aún no amanecía cuando desperté húmedo de transpiración, jadeante, casi ahogado. Necesitaba mojarme la cara y quise acercarme al lavabo, pero no pude ir más allá del borde de la cama pensando con un terror impreciso e inexplicable que ya no vería mi verdadero rostro en el espejo del baño.
Quise volver a dormir y a soñar que otras manos deshacían lo que las primeras habían hecho, pero hace años que estoy despierto frente a esta misma ventana, en un insomnio insoportable y forzado al que me obligo para no perder el escaso recuerdo que aún tengo de mí.
Busqué indicios en el espejo y en los cajones del escritorio, pero nada de lo que encontré en esos sitios calmó mi ansiedad.
Sin perder tiempo, me acosté con la voluntad de soñar que alguien dibujaba mi contorno, los rasgos que tuve alguna vez y no esta pálida caricatura de lo que fui.
Mi deseo debe haber sido muy intenso, porque efectivamente soñé ese sueño y pude ver que distintas manos se acercaban a mí con lápices, óleos, tintas de varios colores. Recién entonces, cerré los ojos que ya tenía cerrados y descansé en paz.
Aún no amanecía cuando desperté húmedo de transpiración, jadeante, casi ahogado. Necesitaba mojarme la cara y quise acercarme al lavabo, pero no pude ir más allá del borde de la cama pensando con un terror impreciso e inexplicable que ya no vería mi verdadero rostro en el espejo del baño.
Quise volver a dormir y a soñar que otras manos deshacían lo que las primeras habían hecho, pero hace años que estoy despierto frente a esta misma ventana, en un insomnio insoportable y forzado al que me obligo para no perder el escaso recuerdo que aún tengo de mí.
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