viernes, septiembre 15, 2006

Libretas Norte. Pág. 59. Hombre común

Despertó con el ruido de vidrios rotos en la cocina.

Para cuando trataba de explicarse si era el incidente casual de un sueño o el sueño de un incidente casual, la sombra ya estaba enfrente suyo con el cuchillo en la mano. Sintió un frío impreciso -madrugada, incidente, cuchillo, sombra- y necesitó cubrirse con la manta antes de incorporarse de la cama y reclamar explicaciones.

- ¿Quién es Usted?

El Otro apoyó la punta de su arma con destreza y rapidez en ese hueco que sabía desguarnecido por debajo de las costillas, donde estaba seguro que la carne sentiría su presencia. Luego, dijo.

- Soy un hombre común, me conformo con poco.

Cuando el Otro habló pareció absorber todo el aire y el tiempo de esa habitación con sus pocas palabras.
Él recordó que esos eran dos recursos que hasta no hace mucho parecían abundantes y no tan imprescindibles como ahora y, sin pensarlo mucho, apeló a su indignación para salir del paso.

- Que yo sepa, ningún hombre común anda armado, metiéndose a pura sorpresa y prepotencia en casa ajena.

- Mmm...todos dicen lo mismo, pero le informo que es mi trabajo. En todo caso, comprenda que no hago más que acudir a su llamado.

Un poco más de tiempo podría haber sido un buen deseo para la ocasión, pero quién está en condiciones de conseguir tal cosa sin dar nada a cambio, y menos en una urgencia como la que se presenta.

- No recuerdo haberlo hecho.

- Ya lo sé...nadie desea recordarlo.

- ¿Qué hace aquí?

- Ya se lo dije, me conformo con poco.

Repitió la pregunta y al advertirlo, comprendió que estaba definitivamente perdido. Aún así, intentó conferirle algo de orgullo a su réplica.

- Por lo que sé ningún hombre, por más común que sea, se conforma con poco.

- Usted dirá si eso es una suerte o una desgracia...

- ¿Y Usted qué dice?

- Muy poco.

- ¿Cuánto de poco?

- Menos de lo que imagina.

- ¿Qué quiere de mí?

La mueca en sus labios fue apenas una pretérita forma de sonrisa. Suficiente, sin embargo, para acompañar la imperceptible presión de sus dedos sobre el cuchillo. La hoja filosa encontrando el resquicio justo entre los huesos para vulnerar la carne y los remordimientos de última hora.

-Nada.

Etiquetas: