Libretas Norte Pag. 70 Infiernos
Uno
Es preciso decirlo: me consta que ningún infierno calcina.
Tal vez haya unos pocos que sirvan de escarmiento,
y alguno más, del que obviamente quisiera tener noticias,
que signifique un castigo justo para ese otro,
aquel que todos pensamos que lo merece.
Sin embargo, no estamos a salvo.
Dos
Desacreditar esta hipótesis absurda de la existencia de un submundo donde todo es lava ardiente dispuesta para nuestro martirio no es el final sino el principio. De acuerdo a las leyes de la física deberíamos volatilizarnos con el simple contacto con esa masa incandescente, pero niguna bibliografía da cuenta de tal cosa. Tal vez la muerte, vaya paradoja, nos vuelva resistentes a las debilidades que padecimos en vida.
Tres
Queda claro que nada de ese submundo me atemoriza más que este.
Ni el cepo, ni el azufre, ni la amenaza del tridente en las nalgas,
ni siquiera la tan temida ablución en aceite hirviente.
Nada ha conseguido lo que una llamada,
unos ojos perturbadores, una piel singular.
Un hijo de puta en la esquina de tu casa.
Hay demasiados demonios en esta vida con los que convivir para que nos asusten los otros, esa caricatura de carnaval con cuernos rellenos de estopa y cola de flecha.
Imagen: Aubrey Beardsley
Esto no es todo, amigos
Es preciso decirlo: me consta que ningún infierno calcina.
Tal vez haya unos pocos que sirvan de escarmiento,
y alguno más, del que obviamente quisiera tener noticias,
que signifique un castigo justo para ese otro,
aquel que todos pensamos que lo merece.
Sin embargo, no estamos a salvo.
Dos
Desacreditar esta hipótesis absurda de la existencia de un submundo donde todo es lava ardiente dispuesta para nuestro martirio no es el final sino el principio. De acuerdo a las leyes de la física deberíamos volatilizarnos con el simple contacto con esa masa incandescente, pero niguna bibliografía da cuenta de tal cosa. Tal vez la muerte, vaya paradoja, nos vuelva resistentes a las debilidades que padecimos en vida.
Tres
Queda claro que nada de ese submundo me atemoriza más que este.
Ni el cepo, ni el azufre, ni la amenaza del tridente en las nalgas,
ni siquiera la tan temida ablución en aceite hirviente.
Nada ha conseguido lo que una llamada,
unos ojos perturbadores, una piel singular.
Un hijo de puta en la esquina de tu casa.
Hay demasiados demonios en esta vida con los que convivir para que nos asusten los otros, esa caricatura de carnaval con cuernos rellenos de estopa y cola de flecha.
Imagen: Aubrey Beardsley
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Esto no es todo, amigos