lunes, noviembre 23, 2009

Pensar distinto

Muchas historias comienzan por casualidad.

Lo mejor o lo peor, sucede cuando a esa primera eventualidad se le suma una segunda y nuestro germen de historia se refuerza o se desdobla en otras varias líneas que -como un buen martini- nos marean pero nos abren puertas insospechadas.

La pregunta casi ingenua en un mail era: ¿Será posible que un poeta piense distinto que un narrador?

Digo una pregunta, pero no sé si lo era.
Si no, debería olvidarme de pensar en una respuesta, pero si lo era debería hacerlo.

No se trata exactamente de una visión del mundo sino de la forma de expresarla. Tal vez sean dos bandos enfrentados de por vida pero yo, que siempre me he sentido más cerca de la poesía que de la prosa admito lo difícil de pensar distinto.

Después de haber sido cautivado por los Crímenes Imperceptibles de Guillermo Rodríguez, entendí que la matemática proponía como disciplina lo que siempre hice indisciplinadamente y que en cierta manera la literatura hace a menudo. Ver desde la vereda de enfrente, descartar lo obvio porque desde abajo o arriba o atrás lo que vimos de frente podría no ser lo que vimos.

Estoy sentado frente al plano de la casa de Honduras y aunque todavía no alcanzo a ver lo que quiero ver sé que está ahí. De eso se trata un proyecto de arquitectura. Como sucede con las matemáticas o con la criminalística, sólo hay que entrecerrar los ojos y renunciar a lo obvio hasta que por fin aparezca aquello que era accesorio y que en realidad se convertirá en lo central, en el eje de todo proyecto.

Y, como sabemos los que sabemos, sólo basta vislumbrar un eje y dirigirse hacia él. Todo lo demás es accesorio.

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