miércoles, agosto 31, 2005

Radio Imaginaria #6. Alarma en el Otro País

- Lo noto preocupado, Maestro.
- Es que las noticias que llegan del Otro País son realmente alarmantes, a menos que sean alarmistas, pero, ¿cómo saberlo?
- ¿Ppreguntando?
- Exacto, Antonio. Me gustaría que haciendo gala de su ubicuidad y sus contactos, se haga un viajecito hasta allá para tener información de primera mano.
- Me encantaría, Maestro, ya sabe que siempre soy bien recibido. ¿Pero será para tanto la cosa?
- Le describo el cuadro de situación y luego me cuenta: las agujas han desaparecido bajo los pajares que han desaparecido bajo el barro; las costureras y las mujeres en estado de rebelión; el ejército de dedales amenaza con poner sitio a la ciudad, aunque todavía se desconoce el alcance de sus reclamos; la Conferencia de Prensa anunciada para ayer en la tarde, suspendida con escándalo incluído; el Presidente que jura que la economía crecerá otro 10% en el trimestre a pesar de los sucesos recientes; el Vocero que lo desmiente por la mañana pero en la tarde desmiente haberlo desmentido; el ministro de las Buenas Obras que anuncia un plan piloto para secar los pajares enlodados de todo el País y utilizarlos como adobe para triplicar la construcción de autopistas.
- ¿Autopistas de adobe?
- Eso dice, pero hay más. La súbita demanda de agujas dispara las importaciones, reduciendo a niveles críticos el saldo favorable de la balanza comercial; según las últimas proyecciones, la tasa de natalidad para el año próximo caerá abruptamente, con lo que se está pensando extender la emergencia Rojo Oscuro a todos los sectores productivos vinculados a los bienes y servicios para bebés, que no son pocos.
- Realmente se está yendo de cauce.
- Y lo que es peor, Antonio, el último reclamo de las costureras: amenazan con apropiarse de las agujas de todos los relojes, si es que el Gobierno no encuentra solución a sus reclamos.
- Uf...bonito cuadro.
- Llegó ayer, Antonio, junto con la plantita. ¿Vio que enhiestos los bigotes del gato?
- No me fijé en el detalle, Maestro. Pero en realidad me refería al cuadro de situación del Otro País. El que me acaba de detallar.
- ¿Y le parece bonito?
- No, no, todo lo contrario.
- Advierto que cada vez se parece más a un Vocero...Será mejor que vaya donde ya sabe, mire y escuche todo lo que pueda.
- Descuide, Maestro, es lo que mejor me sienta.

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martes, agosto 30, 2005

Radio Imaginaria #5. Lo que el agua se llevó

- Maestro, nos llegó un cable de nuestra Corresponsalía en Otro País.
- ¿Qué dice, Antonio, algún problema?
- Bueno, sí. Parece que el agua se llevó los pajares y las agujas.
- Pues si no hay agujas, no sé de qué les servirían los pajares, más que para dormir una siesta.
- No es mala idea, Maestro. Pero lamento informarle que el problema es más grave. El gremio de las costureras está poniendo en crisis la economía del Otro País.
- Algún mal paso, seguro.
- El cable no lo especifica. Sólo menciona que escasean las agujas y que a partir de ahora sólo se darán puntadas sin hilo.
- En tal caso, lo que escasea es el hilo, Antonio. ¿No habrá perdido el hilván de la conversación?

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lunes, agosto 29, 2005

Libretas Norte. Pág. 2. Una aguja en un pajar

A través de los años, entusiastas y emprendedores han tratado de acometer la mítica epopeya de buscar una aguja en un pajar. Es difícil comprender la tenacidad con la que incansables aventureros y desquiciados inventores han perseguido semejante propósito.
Esudiosos de todo el mundo se han preguntado qué misterioso designio podría encerrar una aguja y han recopilado en gruesos tomos los procedimientos más increíbles empleados en su búsqueda.
Gracias a ellos, se tiene noticia del empleo de poderosos imanes electromagnéticos, de sofisticados sensores punzo-cortantes, de cibernéticos clones de bella durmiente, y hasta de niños distraídos (al fin y al cabo, qué más apropiado para pincharse con una aguja que un niño distraído...)

Curiosamente, hasta ahora, nadie pensó en prenderle fuego al pajar.

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Culpable de correspondencia

Estimada Fiel Auditora:

Entiendo que todo barrio que se precie de tal debería tener un pajar. De no ser así, le recomiendo dirigirse al barrio inmediatamente vecino al suyo.

Una aguja en un pajar, obviamente, se encuentra en el lugar menos pensado. Y lamento informarle que sólo algunos pocos camellos tienen la debilidad de quedarse atascados en el ojo de una aguja.

Efectivamente, si usted desea dormir doscientos años debe pincharse con dos agujas, aunque no necesariamente del mismo pajar. Nótese que la dificultad de cumplir tal presunción estriba en que usted debería encontrar la primera sin pincharse, lo que no es usual. O encontrar las dos simultáneamente.

Le recomiendo calurosamente la experiencia de dar puntada sin hilo. Ideal para aliviar tensiones.

Por último, y disculpe que sea inflexible en esto, sólo puede ser un divino botón.

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Libretas Norte. Pág. 1 Lección de costura

Revuélvase el pajar más cercano, hasta dar por fin con una aguja.

De ser posible, que no tenga un camello en el ojo.

Evite pincharse, a menos que desee dormir cien años.

Asegúrese luego que esté lleno el carretel.

Caso contrario, dispóngase a dar una puntada sin hilo.

Por último, y en el caso de no tener mucha tela para cortar,

tómese como muestra un botón.

(pero eso sí, que sea divino)

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domingo, agosto 28, 2005

Radio Imaginaria #4. Podemos empezar, Maestro

- Podemos empezar cuando lo desee, Maestro, pero me gustaría saber qué hago con todos estos papeles que todavía me quedan por clasificar.
- No se preocupe, Antonio, debería saber que el orden es una materia de índole absolutamente personal. Y si no me cree, escuche lo que le sucedió al subprefecto Nicanor Romuáldez.
- Le creo aunque igualmente me gusta escuchar sus historias.
- Gracias. Parece ser que en un pequeño y pintoresco país -tal como sucedía más o menos cíclicamente- hubo un golpe de estado. Como primera medida de gobierno, según usos y costumbres habituales en estas ocasiones, se procedió al reparto de todo lo que había para repartir.
- Menos las culpas, me imagino.
- Por supuesto, eso no se reparte, Antonio. Quiero decir que se repartieron en este orden: el botín, los ministerios, las gobernaciones, las secretarías y subsecretarías, y todas las áreas y puestos de gobierno que, a simple vista, aparecían como apetecibles.
La Dirección de la Biblioteca Nacional quedó vacante durante largos meses, hasta que alguien, advertido de la omisión, decidió nombrar al subprefecto Nicanor Romuáldez al frente de ese organismo, no tanto por sus conocimientos literarios, sino porque vivía a escasas dos cuadras del edificio de la Biblioteca, lo que lo hacía candidato natural al puesto. Ese alguien también recordó, evidentemente, que Romuáldez había sido por más de veinte años encargado del pañol en sus anteriores destinos, donde había forjado una bien ganada reputación de maniático del orden y la sistemática. Como era de esperar por sus antecedentes, no sólo no defraudó a sus superiores, sino que tomó la cuestión como un desafío personal desde el primer día en que llegó a su nuevo trabajo.
En esa ocasión, como era de suponer, clasificó los libros por orden alfabético. Pero al siguiente, insatisfecho, deshizo todo, y los volvió a ordenar por año de publicación. Un día después, pensó que se veían mejor agrupados por el color de la tapa. Y así, el patrimonio literario del país sufrió en los estantes las más azarosas y extrañas combinaciones.
- Y los empleados de la biblioteca, ¿qué decían?
- Nada. Fueron despedidos sumariamente. En realidad, creo que nadie hubiera podido seguirle el tren, y se hubieran ido poco a poco...pero déjeme continuar, por favor.
- Continúe.
- Un día, llegó a su despacho una circular en la que se anunciaba que "como medida de incentivo, promoción y defensa del acervo cultural", la empresa tal había comprometido un abultado subsidio destinado a reeditar todas las obras de la biblioteca.
- Maravillosa y encomiable iniciativa, por cierto.
- Bueno, en el fondo, era un eufemismo donde todos interpretaron que la empresa tal se había hecho acreedora de algún abultado contrato de obra pública o de explotación ilimitada de las reservas del país. No obstante, el subprefecto Nicanor Romuáldez se había acostumbrado, luego de tantos años en la fuerza, a no hacer preguntas. De esta forma- de lo más insospechada por cierto- se encontró repentinamente con una pequeña fortuna para administrar discrecionalmente.
- ¿Y qué hizo el subprefecto con tanto dinero?
- Hizo cuentas y más cuentas. El problema se suscitó cuando, descontados los costos, los infaltables gastos de gestión y los ítems que nunca figuran en el presupuesto, advirtió que la plata no iba a alcanzar para todas las ediciones. Contrariado, decidió cortar por lo sano y editar dos obras en cada tomo, y de paso ahorrarse una buena suma.
- Buena solución, ¿no cree?
- No exactamente. Caviló largos días sin poder encontrar el criterio más adecuado para seleccionar las dos obras de cada tomo, hasta que por fin, movido por una pura necesidad práctica, resolvió guiarse por el número de páginas, ya que cada libro debía contar exactamente con 500.
- Me imagino que no pudo editar muchos libros.
- Exactamente, Antonio, ni siquiera uno. Finalmente, fue despedido y procesado por uso indebido del dinero público. ¿Qué le parece?
- Toda una ironía, Maestro.

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Radio imaginaria #3. Despierte, Maestro

- Despierte, Maestro...¿no le parece que es hora de comenzar con la transmisión?
- No estoy dormido, Antonio, apenas si soñaba un poco.
- ¿Y qué soñaba?
- Soñaba que estaba despierto, por supuesto. No sé si lo advirtió, pero rara vez soñamos que dormimos. Estaba aquí mismo, enfrente suyo, hablándole a las paredes, si mal no recuerdo.
- Pero eso no fue un sueño, Maestro. Podría asegurar que efectivamente estaba aquí, enfrente mío, a menos que...
- ¿Sí?
- A menos que lo hubiera soñado, claro.
- En ese caso, despierte, Antonio, ¿no le parece que es hora de comenzar la transmisión?

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miércoles, agosto 24, 2005

Radio imaginaria #2. 18 minutos.

Me pregunto cómo saber si este pensamiento con el que me distraigo hace dieciocho minutos, exactamente, corresponde al sector ordenado o desordenado de mi cerebro. Mi primera hipótesis es que si ya hubiera sido clasificado, debería acudir a mí junto con otros tantos de su clase, en una secuencia armónica y relativamente lógica, mientras que si no fuera así, sería yo quien tendría que buscarlo entre vaya uno a saber qué confusión de ideas y recuperarlo, en cuyo caso, evidentemente, le daría un lugar, un orden, una jerarquía que antes no tenía, y en consecuencia, lo haría perder su condición de desordenado.

- Maestro, hace como dieciocho minutos que le estoy preguntando si le gustaría tomar un café...
- Eeee...sí, Antonio, discúlpeme...me fui por las ramas.
- ¿Cabeza arriba o cabeza abajo?
- ¿Cómo dice?
- Decía que no creo que vaya muy lejos.
- Pero recién llego, Antonio. ¿Qué le hace pensar que ya me voy, y más encima que si me voy me iría lejos?
- Usted dijo que se fue por las ramas...uno ve donde comienzan pero nunca donde terminan.
- ¿Quiénes?
- Las ramas.
- Es cierto, desde acá abajo. pero cuando uno intenta irse por ellas encuentra que no puede llegar lejos.
- Triste, ¿no?
- Más que evidente. pero aquí estoy de regreso, si es lo que le importaba, y usted mismo lo puede comprobar, a menos que esté hablando con las paredes.
- En ese caso, puedo asegurarle que, efectivamente, estamos sosteniendo un diálogo ligero y relajado, aunque debo decirle que no me parece una experiencia despreciable.
- ¿Se refiere a ir o volver?
- Me refiero a dialogar con las paredes.

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martes, agosto 23, 2005

Radio Imaginaria # 1. Antonio dice

- En realidad, hace mucho que ya no trabajo en aquel Bar, aunque aún voy de vez en cuando. Usted sabe, regar los naranjos, limpiar la loza, nada importante.
- Pero Antonio, ¿no piensa que lo van a echar de menos, que van a preguntar por Usted en algún momento?
- La verdad que no lo sé. ..pero le confieso que no me gusta aquel silencio. Además... este Bar tiene un patio tan lindo, también...
- Gracias, Antonio. Lo importante ahora es dejar todo en condiciones lo más pronto posible para nuestra primera transmisión.
- ¿Habrá que esperar al martes que viene, Maestro?
- No, Antonio. Sólo necesito ordenar mis libretas (lo que no me parece una tarea muy ardua) y una parte de mis pensamientos (lo cual es algo más difícil, aunque no imposible a corto plazo).
- ¿Porqué dice "una parte de mis pensamientos", Maestro?
- Porque la otra parte prefiero dejarla desordenada.
- ¿Hasta cuándo?.
- Cuánto más tiempo mejor.

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Radio Imaginaria. Bar abierto (canilla libre)



- ¿Este perchero lo pongo acá, Maestro?
- Mmmm...mejor en ese rincón, me parece.
- ¿Con saco y todo?
- Por supuesto, Antonio. Sin el saco ese perchero pierde significado, ¿no cree?
- Si Usted lo dice, Maestro...¿y qué hago con esta caja?
- Póngala sobre el escritorio. Son todas las libretas y servilletas que juntamos estos meses.
- ¿Todas?
- Nooo, Antonio. Sólo las que nadie leía. Se sorprendería de ver cuántas son. A propósito, ¿usted no debería estar atendiendo el Bar de Imaginaria?
- Le sirvo su trago y le cuento.

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