martes, diciembre 27, 2005

S.M.O.

No sé cómo llegamos a esto, pero con mi cuñado todo es posible.

En cada reunión familiar, me expongo desde el primer "Hola" a los más insospechados derroteros en los que el fútbol ( la actualidad boquense, sobre todo) y los chistes subidos de tono son número puesto.

Se imaginarán que voy preparado para sostener eso, pero nunca sé lo que puede venir después de una copa de vino.

En este caso, y casi como remedando una reunión de ex-alumnos, el detonante fueron las anécdotas de la "colimba", recurso gastado pero infalible para amenizar cualquier reunión con un mínimo de dos y un máximo de "n" masculinos en edad de saber de qué se habla en el auditorio.

Esta vez, no lo resistí.
Soy clase 58, (la primera clase que hacía el servicio militar a los 18) y hubiera debido incorporarme en el año 1976, no sé si les suena.

Es curioso, pero desde siempre supe que nunca haría la "colimba".

Quizás fue mi abuela la que me indujo a ese pensamiento: solía decir que los nacidos el 25 de mayo y el 9 de julio, desde
siempre estuvieron exceptuados, vaya a saber por qué extraño cruce entre las fechas patrias y la excención del deber cívico.

(Juro que nunca le creí, aunque tampoco me preocupé demasiado en desvirtuar esa tesis)

Más tarde, con la inminencia de la incorporación sobre mí, ya cursando la facultad de veterinaria, supe que algo llamado "prórroga" me permitiría desempeñarme como profesional al servicio de las FFAA, ni bien estuviese recibido.

(Me aseguraron que sobraban equinos en el arma, por lo cual me pareció una buena chance para eludir el SMO. Hice caso omiso a lo que todos decían: "la lógica de los milicos es tener siempre a alguien a quien forrear. Los médicos van destinados a choferes, los abogados a la cocina, los choferes de tractores al quirófano del hospital Militar. Los veterinarios no sé. Pero recuerdo que soñaba con una de las dos vacantes disponibles en el Archivo. Quiero decir que con una mediana tolerancia al polvo, las cucarachas, la humedad y la claustrofobia, ningún lugar se me aparecía más seguro que ese sótano del edificio Libertad)

La militancia, los amores, la vida misma, (y también, porqué no decirlo, la visión macabra de tantos rumiantes desmembrados flotando en los piletones de formol de la Facultad, vaya metáfora para la época...) me hicieron abandonar la carrera, allá por el 77.

A fines de ese año, entonces, me presenté en el DM Buenos Aires, pleno San Telmo, con la convocatoria a la nueva clase, entregado a cumplir con lo que estaba seguro nunca podría.

(Hubiera querido recordarle a mi cuñado lo que viví esa mañana. Y las noches anteriores. Aunque no pude. Esa despedida de la vida que algunos conscriptos disfrutaban, otros toleraban como algo "necesario" y yo, claramente, sentía como una lápida sobre mí)

- Buenos días. (Le entrego el documento al colimba tras la ventanilla)
- Pablo, tenés algo que ver con...
- Sí, claro. Y si me dejás libre te juro que...
- Pero, Pablo, vos sacaste número bajo...
- Eh?????
- En el sorteo. Clase 58. Número 087. Es número bajo.
- Pero, pero....yo pensé...

Dos años pasé creído que quien pedía prórroga sellaba un
pacto de honor con el Arma (ja, qué buena imagen) y ya no podía acogerse a los beneficios de, por ejemplo, un "número bajo".

No recuerdo qué hice ese día, probablemente a causa de lo que hice. Pero muy bien hecho estuvo y lo volvería a hacer.

No sé si lo pueden entender, pero volví a la vida. Y le dije a mi cuñado que se dejara de joder con esas historias pelotudas de milicos.

Me miró un instante, perplejo, y dijo que para él, Palermo era de madera.

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viernes, diciembre 23, 2005

Road movie # 0,75 La maldición de la gitana

Había olvidado por completo este episodio, hasta que hoy, después de mucho tiempo, ví una gitana caminando por la Avenida Córdoba, los volados de su vestido celeste al viento. Entonces, la imagen de aquella otra, a la que dí la espalda en el puerto de San Antonio, me estremeció con la fuerza de las iluminaciones.

Caminábamos por el paseo costanero, con los niños admirando el movimiento de las grúas sobre los cargueros en el muelle vecino. Estaba absorto por el apetito de los pelícanos que se disputaban un almuerzo fácil sobre las rocas a expensas de la generosidad de los turistas, y no la ví llegar hasta que frente a mí, me pidió una moneda "para su hija enferma".

Era joven, altiva, hermosa, con la tez bronceada y el pelo muy negro apenas recogido bajo el pañuelo. (Quiero decir, muy distinta a las gitanas viejas, gordas y feas que, cada tanto, caminaban en pareja las calles de mi barrio, atemorizando a las madres como la mía, por ejemplo. Cuando esto sucedía, me tomaba fuertemente de la mano, y apuraba el paso cruzando de vereda con la mirada perdida en las baldosas y la respiración agitada. Había escuchado toda serie de atrocidades atribuídas a las gitanas, como por ejemplo, que robaban a los niños incautos y los escondían bajo los pliegues infinitos de sus faldas, pero nunca me pareció que habría allí espacio suficiente para tal cosa)

Tales recuerdos, o la inquietud evidente del resto de los paseantes que se dispersaron dejando momentáneamente hambrientos a los pelícanos, me llevaron a entregarle gentilmente unas monedas, para dar por cerrado el episodio.
Contra lo que suponía, me pidió que le mostrara la palma de la mano, para ¨agradecerme¨, según dijo, adivinando mi suerte. Fui amable, pero firme en la negativa. (Aunque se ve que no lo suficiente, porque ella continuó insistiendo). Por fin, le pedí que no me molestara, y cometí la torpeza de agregar que ¨no creía en esas cosas¨. Mientras me iba, alcancé a escuchar el final de una letanía inquietante a mis espaldas.

Nunca volví a pensar en ella hasta ahora, en que temo que algo terrible me suceda de un momento a otro.

Sin embargo, entiendo la misteriosa plaga de piojos que, esa misma noche, cayó sobre la cabeza de todos nosotros.

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Membretes

La común fluidez de palabras de muchos hombres -y de la mayoría de las mujeres- se debe a una escasez de materia... y a una escasez de palabras.

Porque quienquiera que sea un maestro del lenguaje y tenga la mente llena de ideas, será propenso, hablando, a titubear en la elección de ambos, mientras que el común de la gente tiene un sólo juego de ideas y un sólo juego de palabras con qué vestirlas, y están siempre listas en la punta de la lengua.

( "El escepticismo de Jonathan Swift")

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jueves, diciembre 22, 2005

Anyway


Contra toda lógica, designio, ley física o destino kármico, verte dormir me convence de que sí, estás a mi lado.

(Por supuesto, no ignoro que soy yo, y no el Universo en pleno, el que vive equivocado)

Dejo que mis dedos imaginen nuevos itinerarios para esta caricia sin fin, mientras espero que- al menos- se me concedan unas horas más de gracia.

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martes, diciembre 20, 2005

Paradox

Luego de firmar papeles, romper contratos, cumplir con plazos, entregas y condiciones, y dando por concluída mi última jornada de trabajo, podría -por fin- considerarme técnicamente en condiciones de hacer lo que tanto esperé durante todo este año.

Sin embargo, y
tal como alguien me enseñó a hacer alguna vez, cierro los ojos y me entrego a la penumbra con el único deseo de dormir hasta olvidar.

(Todo menos tu boca, claro, si fuera posible oprimir una tecla y seleccionar el menú del sueño)

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miércoles, diciembre 14, 2005

Un final para esta historia

- Aquí tiene, Antonio... el papel que buscaba.
- Era hora, Maestro. ¿Tanto tiempo para dar con él?
- En verdad, no. Lo encontré inmediatamente y lo puse en el bolsillo de mi saco.
- ¿Su saco verde?
- Ese.
- ¿Y entonces?
- Lo mandé a la tintorería, con bolsillo incluído.
- Eso suena bastante razonable...
- Quiero decir con el papel dentro del bolsillo del saco.
- Ah...entonces me imagino que habrá conseguido mejorar su prosa sucia y retorcida...
- No sea gracioso, Antonio.
- Disculpe, Maestro. Era una nota de color.
- ¿Una negra?
- ...
- ...
- Mejor me da esa historia para que la Secretaria se la envíe en forma urgente a los oyentes que se han comprometido a continuarla. Creo que deben estar ansiosos por la demora.
- ¿Usted cree que alguien puede aguardar con ansiedad el momento de ponerle el final a una historia que apenas comienza?
- Buena pregunta, Maestro...¿me alcanza ese papel, por favor?
- Claro.
- Gracias.

- Secretaria!
- ¿Me llamaba, Antonio?
- Sí, Señorita. Envíe esto ya mismo al No.1.
- Inmediatamente, Señor.


Sentada en un banco de la Terminal de Omnibus, con el bolso a sus pies y el perfecto perfil de pasajera en tránsito, hubiera pasado inadvertida entre tantos otros de su misma condición, salvo por un detalle, difícil de apreciar a simple vista: aún no había decidido si ir o volver.

-Si te conociera, te regalaría alfajores -pensó, mientras buscaba en el bolso un encendedor.

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Radio Imaginaria #31. Lo que uno quiere escuchar

- Perdone que lo interrumpa, Maestro, pero...¿y su historia inconclusa?
- Le confieso que me alarmaría si mi historia hubiera concluído, ya que en ese caso, le estaría llegando mi voz desde unos cuantos centímetros bajo tierra.
- ¿Usted cree que lo escucharía?
- Bueno...uno siempre escucha lo que quiere escuchar.
- ¿Y lo que no?
- Lo que no, no.
- ¿No qué?
- ¿Cómo dice?...no lo oigo bien...

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Radio Imaginaria #30. Ir a ninguna parte

- ¿Todavía buscando esos papeles, Maestro?
- No, Antonio, los encontré hace rato. Sucede que me entretuve revolviendo el contenido de ese cesto de papeles...
- No me querrá decir que encontró algo interesante entre la basura...
- Obvio. No se olvide que el carozo de hoy, ayer tuvo una envoltura de fruta.
- Muy Séneca su pensamiento, Maestro.
- Tal vez, ¿alguna objeción?
- Ninguna. Sólo era una reflexión.
- Bien, dejemos para otro momento sus reflexiones y mis hallazgos, y vamos a lo nuestro.
- ¿Adónde?
- A ningún lado.
- ¿Y eso demora?
- Depende.
- ¿De qué?
- Debería decir de quién...
- Sugerencia aceptada... ¿De quién?
- Bueno..., en primer lugar, de Usted. Parece de lo más sencillo ir a ningún lado, Antonio, pero si ser nadie en alguna parte ya resulta difícil, imagínese pretendiendo ser alguien en ninguna parte.
- ¿Y eso duele?
- No creo.
- Mejor así, Maestro.
- Sí, mejor.

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viernes, diciembre 09, 2005

Buscando un final para la historia inconclusa

- Ya está, Maestro. Acá tiene el borrador.
- Déjeme ver.

Instrucciones para dar fin a la historia inconclusa del Maestro.

1. Se tienen que anotar todos los que quieran participar, porque la cosa será por turnos, de a uno por vez. Este requisito es imprescindible.

2. Los turnos se darán por orden de llegada a la casilla de correo de Radio Imaginaria:
radioimaginaria@yahoo.com.ar

3. El No. 1 deberá continuar el fragmento que irá como adjunto de Word, y reenviarlo a la Radio.

4. Esa producción (más el principio), le será enviada al No. 2, quien deberá continuarla y devolverla a su vez a la Radio. Lo mismo para el No. 3...y así hasta que el último cierre la historia que el Maestro no ha podido terminar.

5. Cada uno deberá escribir un mínimo de 30 y un máximo de 60 palabras, tratando de mantener el ritmo de lo anterior.

6. Cada participante contará con un tiempo máximo de entrega de 3 (tres) días, pasado dicho tiempo perderá su turno y continuará con la historia el siguiente de la lista. Suena riguroso, pero el objetivo es hacer dinámica la experiencia y evitarnos la ansiedad con que esperaremos cada fragmento.

7. El Maestro, como moderador, dirimirá a su arbitrio y buen entender cualquier objeción que se plantee a estas reglas, aunque se agradecería el cumplimiento de las mismas.


- Mmmm, no está mal, pero...¿Usted cree que funcionará?
- Realmente lo ignoro, pero por las dudas, busque en el cesto esos papeles que acaba de tirar.
- Gracias, Antonio.

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Radio Imaginaria #29. Una pequeña ayudita de mis amigos

- Buenos días, Maestro...¿todavía escribiendo?
- Así es, Antonio. Hace rato que intento continuar esta historia y...nada.
- Su tono denota una cierta preocupación...¿o me parece a mí?
- Le parece. Soy consciente de mis propias limitaciones, aunque mi falta absoluta de vergüenza me lo hace disimular bastante bien.
- ¡No diga eso, Maestro!!
- Ya lo dije.
- Retráctese.
- Quisiera.
- ¿Pero?
- ...
- Maestro, se me ocurre algo.
- Pues no me haga envidiar sus ocurrencias, ¿quiere?...
- No me entienda mal. Digo que tengo una idea para salir del paso con la historia que Usted no consigue terminar de escribir.
- Si me va a sugerir que la guarde en un cajón, evítese el comentario, Antonio. Acabo de intentarlo, aunque lamentablemente, el cajón está tan atestado de otras tantas historias inconclusas que no tuve más remedio que tirarla al cesto de la basura.
- ¡Noooo! Cómo se le ocurre...
- Es que lo hice justamente porque no se me ocurre nada...¿acaso no me está escuchando?
- Espere. No diga nada hasta que termine. ¿Usted tiene el principio de una historia, ¿no es verdad?
- Es cierto.
- Y está empantanado, sin saber cómo continuarla, ¿correcto?
- Técnicamente no es correcto. pero convengamos que es la pura verdad.
- Bien. ¿Porqué no le pedimos una ayudita a nuestros oyentes?
- ¿Ayudita?
- Claro, que terminen ellos la historia, ¿qué le parece?
- No es mala idea. Tal vez sea la solución para vaciar mis cajones de papeles. ¿y cómo lo haríamos?
- Déjeme pensar unos minutos, y le preparo un borrador.
- Prepare, Antonio, pero no se demore.

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Libretas Norte pág. 8 Carteles


1.-
"Nuevo curso inicial de chino mandarín en cd-rom" (aviso de publicidad en el diario)

2.-
"Este camión transporta sólo zapatos de un pie, no pares completos" (letrero pegado en la caja de un camión)

3.-
"A mí también me duele" (graffitti en una esquina de San Telmo)

4.-
"Y...¿qué pasa? (otro graffitti)

5.-
"Sea un buen amante. Haga feliz a su pareja. Guía ilustrada del buen amante. ¡¡Sea el amante perfecto!!! (para ambos sexos y edades)" (spam en mi casilla de correo)

6.-
"Si usted se cae sobre ortigas, debe saber que la comezón no se quita rascando, sino que al contrario la empeora".
(sección consejos útiles de un periódico)

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miércoles, diciembre 07, 2005

Palabra

Después del placer, esperaba una palabra.

Después del placer, ¿qué palabra esperaba?

¿Habrá una?

¿Habrá una palabra para después del placer?

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No soy un blogger-man

Es así.
Lo acepto.
Me voy a la playa y me olvido.
No aviso.
No pongo excusas tales como una fisura de la máquina (ya todos sabemos que en esos casos el error es humano)
Les debo una disculpa.
La verdad es que no pienso en ustedes.

I, me, mine.

Pero sé que eso es lo que les gusta.
¿No es cierto?

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