La historia inconclusa ya tiene final
Radio Imaginaria se engalana para dar a conocer el final de esta historia.
Gracias a todos/as los que participaron, y espero que haya muchas otras.
Un final para esta historia
Sentada en un banco de la Terminal de Ómnibus, con el bolso a sus pies y el perfecto perfil de pasajera en tránsito, hubiera pasado inadvertida entre tantos otros de su misma condición, salvo por un detalle difícil de apreciar a simple vista: aún no había decidido si ir o volver.
- Si te conociera, te regalaría alfajores -pensó, mientras buscaba en el bolso un encendedor que no encontraba, los dedos enredándose en el cuchillo que trataba de esconder.
- No. Si te conociera, te regalaría una estocada- volvió a pensar mientras ocultaba el cuchillo en el doble fondo del bolso y encendía un cigarrillo negro.
Rió, tratando de imaginar la cara de estúpido de él, pidiendo perdón, algo que debería haber hecho mucho tiempo antes, pero ya se sabe cuánto demora en caerle la ficha a un tipo.
- Mala- dijo, mientras volvía a acariciar el filo del cuchillo-, ¿seré tan mala?...después de todo la gente mala no piensa en traer alfajores de regalo cuando regresa de algún viaje- siguió razonando.
¿Pero ella... regresaba o partía?
Jugaba con el cuchillo dentro de su bolso, mientras pensaba en la respuesta.
Una gota de sangre atravesó la tela cuando sonó su celular. Atendió. Alguien del otro lado del tubo le dijo:
- Mitad y mitad. Tal como lo suponía, la llamada se cortó después de eso.
- Bien, justo lo que esperaba que dijeras. Ya te tengo.
Con una sonrisa, cerró el bolso y se cruzó al kiosco de la Terminal. De pronto, todas las piezas empezaban a encajar en su plan, por lo que no le extrañó escuchar al vendedor decir:
- Alfajores, no hay.
Otra persona no lo entendería al ver en el mostrador tantos alfajores. Asintió, extendió su brazo por un lado del exhibidor, le pasó un paquete envuelto en papel madera y se fue.
- Ahora sí, estoy lista -pensó mientras subía al ómnibus, mitad y mitad, tan misarable y tan predecible a la vez, a pesar de que había escondido la inútil esperanza de que su respuesta fuera otra y no tuviese que haber emprendido este viaje al bar de siempre, te atraparía aunque no quisiera, pobre tipo. Regresaba, esta vez, para no volver.
Tras la puerta del viejo boliche lo vio sentado, envuelto en un manto de humo con un vino barato sobre la mesa. Levantó apenas sus ojos lánguidos para mirarla y ella se sorprendió de encontrar que ni el alcohol había podido, esta vez, disimular la tristeza crónica de su mirada.
- ¿Querés? -dijo, a secas.
- Paso -contestó ella. Se sentó en la silla vacía, frente a él, buscó en el bolso y puso sobre la mesa el cuchillo y el paquete.
- ¿Alfajores? -preguntó.
- Sí, claro.
Con la ayuda del cuchillo, cortó el papel madera de la envoltura, y mientras disfrutaba la inminencia del pánico atravesando su cara, no pudo evitar que una mueca ácida en los labios le anticipara el contenido del paquete.
-Tan mala como sea posible...-se dijo, ni bien estuvo sola, y la mueca se transformó en una larga carcajada.
- ¿Está bien, señorita? -dijo el mozo, inquieto.
- Nunca estuve mejor. Ahora sí, tráigame algo fuerte. Y tire todo esto a la basura, por favor.
Gracias a todos/as los que participaron, y espero que haya muchas otras.
Un final para esta historia
Sentada en un banco de la Terminal de Ómnibus, con el bolso a sus pies y el perfecto perfil de pasajera en tránsito, hubiera pasado inadvertida entre tantos otros de su misma condición, salvo por un detalle difícil de apreciar a simple vista: aún no había decidido si ir o volver.
- Si te conociera, te regalaría alfajores -pensó, mientras buscaba en el bolso un encendedor que no encontraba, los dedos enredándose en el cuchillo que trataba de esconder.
- No. Si te conociera, te regalaría una estocada- volvió a pensar mientras ocultaba el cuchillo en el doble fondo del bolso y encendía un cigarrillo negro.
Rió, tratando de imaginar la cara de estúpido de él, pidiendo perdón, algo que debería haber hecho mucho tiempo antes, pero ya se sabe cuánto demora en caerle la ficha a un tipo.
- Mala- dijo, mientras volvía a acariciar el filo del cuchillo-, ¿seré tan mala?...después de todo la gente mala no piensa en traer alfajores de regalo cuando regresa de algún viaje- siguió razonando.
¿Pero ella... regresaba o partía?
Jugaba con el cuchillo dentro de su bolso, mientras pensaba en la respuesta.
Una gota de sangre atravesó la tela cuando sonó su celular. Atendió. Alguien del otro lado del tubo le dijo:
- Mitad y mitad. Tal como lo suponía, la llamada se cortó después de eso.
- Bien, justo lo que esperaba que dijeras. Ya te tengo.
Con una sonrisa, cerró el bolso y se cruzó al kiosco de la Terminal. De pronto, todas las piezas empezaban a encajar en su plan, por lo que no le extrañó escuchar al vendedor decir:
- Alfajores, no hay.
Otra persona no lo entendería al ver en el mostrador tantos alfajores. Asintió, extendió su brazo por un lado del exhibidor, le pasó un paquete envuelto en papel madera y se fue.
- Ahora sí, estoy lista -pensó mientras subía al ómnibus, mitad y mitad, tan misarable y tan predecible a la vez, a pesar de que había escondido la inútil esperanza de que su respuesta fuera otra y no tuviese que haber emprendido este viaje al bar de siempre, te atraparía aunque no quisiera, pobre tipo. Regresaba, esta vez, para no volver.
Tras la puerta del viejo boliche lo vio sentado, envuelto en un manto de humo con un vino barato sobre la mesa. Levantó apenas sus ojos lánguidos para mirarla y ella se sorprendió de encontrar que ni el alcohol había podido, esta vez, disimular la tristeza crónica de su mirada.
- ¿Querés? -dijo, a secas.
- Paso -contestó ella. Se sentó en la silla vacía, frente a él, buscó en el bolso y puso sobre la mesa el cuchillo y el paquete.
- ¿Alfajores? -preguntó.
- Sí, claro.
Con la ayuda del cuchillo, cortó el papel madera de la envoltura, y mientras disfrutaba la inminencia del pánico atravesando su cara, no pudo evitar que una mueca ácida en los labios le anticipara el contenido del paquete.
-Tan mala como sea posible...-se dijo, ni bien estuvo sola, y la mueca se transformó en una larga carcajada.
- ¿Está bien, señorita? -dijo el mozo, inquieto.
- Nunca estuve mejor. Ahora sí, tráigame algo fuerte. Y tire todo esto a la basura, por favor.
1 Comments:
Muy abierto el final, creo que no se la jugaron. Habría que haberse arriesgado más y cerrarlo bien porque estaba muy bueno.
A ver si el administrador aprueba este comentario, ya que me ha rechazado otros.
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