- Buenas noches, Maestro.
- ¿Está seguro, esta vez, de que es así?
- Ninguna duda. Aunque no contó ninguna historia mientras me fui al patio...
- A veces son otros los que la pueden contar, Antonio. Tráigame un café, por favor.
- Enseguida, Maestro.
- Siéntese a la mesa...justamente quería compartir algo con Usted...al fin y al cabo es mi único oyente.
- No diga eso, Maestro, si la radio es una herramienta muy poderosa.
- Depende la necesidad, Antonio. Para clavar un clavo, preferiría un martillo.
- Yo quería decir que...
- Lo sé, lo sé. Me refería a que desde este lado de la mesa, las únicas dos orejas que veo son las suyas. Y con una me basta.
- En ese caso, la pongo a su entera disposición a partir de este instante.
- Gracias, Antonio. Hace tiempo, tuve una máquina de escribir, unplugged, sonora. La recuerdo con mucho cariño porque con ella pasé en limpio mis primeros guiones para la Radio. Confieso que me dolió bastante dejar de usarla.
- Entiendo, una víctima más del avance tecnológico.
- No, nada de eso. Simplemente que nunca la pude domesticar.
- ¿Domesticar una máquina?
- Como lo escucha, Antonio. Unas veces se negaba a escribir mis palabras, y así he pasado días frente a la hoja en blanco, tratando de persuadirla de lo apropiado de tal o cual frase. Otras, en cambio, decidía por sí misma y me hacía decir barbaridades irreproducibles.
- ¡Que divertido!
- ¿Divertido?!...bueno, sí, admito que pensé lo mismo en un principio. Debo reconocer que la máquina tenía mucha más imaginación que yo, y bastantes prejuicios menos, lo que la convertía en una herramienta muy poderosa.
- Casi una máquina múltiple de clavar clavos...
- En un sentido figurado, podríamos decirlo así.
- Y entonces, ¿cuál fue el problema?
- A mi novia no le gustó mucho recibir una carta de amor dirigida a la srta. "gorda insulsa chupasangre"...
- ¿Usted le dijo
eso?
- No fui yo, sino
ella. Había incluído el apelativo en una furibunda nota de reclamo dirigida a la gerenta de recursos de una empresa de electricidad, y para cuando advertí la sustitución, ya estaba irremediablemente perdido.
- ¿Y no hubo forma de explicarle?
- Ninguna. Pero lo peor fue que durante largos meses padecí el acoso de la gerenta insulsa, cautivada por el "bichito de luz, todo mi ser se nutre de tu energía" con el que, equívocamente, encabezaba " su" Nota.
- Un poco remanida la frase...
- Es cierto, pero causó sensación en la Compañía. Me enteré mucho después que los creativos la habían utilizado para su campaña de promoción.
- ¿Y qué pasó con su máquina?
- Estaba desesperado. Era terriblemente voraz, y debía endeudarme continuamente para proveerla de miles de hojas y papeles de todo tipo que constituían su dieta diaria. Pero nunca parecía saciar su apetito. Un día, con la lucidez que sólo se consigue al tocar fondo, decidí confinarla en el placard.
- ¿Para siempre?
- Para siempre. Hoy sé que retoza en estado salvaje, y sólo de vez en cuando me molesta un poco.
- ¿Por ejemplo?
- Por ejemplo cuando mordisquea la lana de mi suéter preferido, o cuando sufre de alguna pesadilla en medio de un desenfreno de teclas. En cambio, reconozco perfectamente cuando sueña porque una suave cadencia a cuatro espacios me indica que pronto quedará dormida.
- ...
- ...
- Qué herramienta poderosa, Maestro...
- ¿El martillo?
- La imaginación.
Etiquetas: Radio Imaginaria
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