Saber cómo
Sólos ante el espanto del desastre, es posible -hasta casi inevitable-, intuir que ninguna palabra sirve para apuntalar las ruinas o para invocar los rostros desdibujados por la barbarie.
Sin esperanzas, se descubre que fueron tan inútiles para anticipar la masacre como para anestesiar la agonía del hambriento.
Se acepta, entonces, que ni memoria ha quedado para testimoniar que la alegría existió o que hubo amor a viva voz sobre las calles.
Aún así, siempre hay alguien que sabe cómo escribir la historia.
Sin esperanzas, se descubre que fueron tan inútiles para anticipar la masacre como para anestesiar la agonía del hambriento.
Se acepta, entonces, que ni memoria ha quedado para testimoniar que la alegría existió o que hubo amor a viva voz sobre las calles.
Aún así, siempre hay alguien que sabe cómo escribir la historia.
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