La suerte del primero
El tipo está primero.
Ni él sabe cómo, pero ahí está, a la cabeza de una larga fila de hambrientos y desesperados.
En un tiempo más breve que su espera, toda esa delicia que tiene ante sus ojos va a ser suya.
Sin embargo, no alcanza a paladear lo que casi tiene al alcance de la mano.
Es esa propia certeza, la que lo perturba al borde del mareo, doblega sus rodillas y lo hace caer bajo una multitud de pies desbocados que sólo pueden entregarse al instinto primario de pisotear.
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