Conversaciones con mi Editor. Uno
Había tratado infructuosamente de escribir algo.
Eran las tres de la madrugada y lo único que había conseguido además de dos míseras frases inconexas, era acabarme el atado de cigarrillos, un principio de irritación en los ojos y una botella menos de vino en mi bodega.
Así las cosas, apagué todo y me tiré en la cama. Cuando trataba infructuosamente de dormir, sonó el teléfono.
- Hola...
- Usted escribió eso? -me dijo, sin saludar.
(Aunque reconocí al instante la voz de mi Editor, me descolocó tanto énfasis en la palabra "eso". Decidí ganar tiempo, mientras intentaba desentrañar a qué se refería exactamente)
- ¿Rimoldi?
- Dígame, ¿Usted es estúpido o se desayunó con ginebra?
(Estaba acostumbrado a su estilo agresivo y desapasionado de ir al grano sin dejarse tentar jamás por la ligereza de un diálogo que no fuera funcional a sus propósitos. Antes que hiciera la tercera pregunta, ensayé una respuesta a las anteriores)
- Sinceramente, no desayuné todavía -dije-. Estaba durmiendo cuando...¿Usted sabe la hora que es?
- Pues debería tratar de despertar...¿se da cuenta de lo que acaba de escribir?
(Me pareció altamente improbable que supiera de la existencia de mis dos míseras frases inconexas. Sin duda, lo mejor sería darle el pie para que se explique)
- ¿Se refiere a...?
- Y a qué si no!...¿Cómo se le ocurre manifestar tan alegremente que no tiene "nada que decir"? -gritó-. ¿Usted quiere convencernos de que es tan inútil que no puede entregarme cinco líneas ingeniosas o, cuando menos, decentemente escritas, cada veinticuatro horas?
(No era un buen momento para la sinceridad, y en lugar de decirle que sí, me esforcé para encontrar una explicación medianamente razonable)
- Mire, Rimoldi, me pareció interesante hacer una referencia al profundo vacío existencial al que un artista se expone cotidianamente a la hora de producir su obra, ya que como Usted sabe...
- No creo necesario aclararle una vez más que el que decide qué es interesante soy yo, y mucho menos, recordarle que no estamos dispuestos a solventar ninguna contemplación del vacío, por más profundo y existencial que sea. ¿Me entiende?
- Es que yo pensé...
- No piense más, mi amigo. Escriba. Cinco líneas ocurrentes para mañana, a esta hora.
- ¿A esta hora? -pregunté alarmado.
- Buenos días...y haga lo posible por descansar. Ya no es un chico para estar despierto hasta tan tarde.
Eran las tres de la madrugada y lo único que había conseguido además de dos míseras frases inconexas, era acabarme el atado de cigarrillos, un principio de irritación en los ojos y una botella menos de vino en mi bodega.
Así las cosas, apagué todo y me tiré en la cama. Cuando trataba infructuosamente de dormir, sonó el teléfono.
- Hola...
- Usted escribió eso? -me dijo, sin saludar.
(Aunque reconocí al instante la voz de mi Editor, me descolocó tanto énfasis en la palabra "eso". Decidí ganar tiempo, mientras intentaba desentrañar a qué se refería exactamente)
- ¿Rimoldi?
- Dígame, ¿Usted es estúpido o se desayunó con ginebra?
(Estaba acostumbrado a su estilo agresivo y desapasionado de ir al grano sin dejarse tentar jamás por la ligereza de un diálogo que no fuera funcional a sus propósitos. Antes que hiciera la tercera pregunta, ensayé una respuesta a las anteriores)
- Sinceramente, no desayuné todavía -dije-. Estaba durmiendo cuando...¿Usted sabe la hora que es?
- Pues debería tratar de despertar...¿se da cuenta de lo que acaba de escribir?
(Me pareció altamente improbable que supiera de la existencia de mis dos míseras frases inconexas. Sin duda, lo mejor sería darle el pie para que se explique)
- ¿Se refiere a...?
- Y a qué si no!...¿Cómo se le ocurre manifestar tan alegremente que no tiene "nada que decir"? -gritó-. ¿Usted quiere convencernos de que es tan inútil que no puede entregarme cinco líneas ingeniosas o, cuando menos, decentemente escritas, cada veinticuatro horas?
(No era un buen momento para la sinceridad, y en lugar de decirle que sí, me esforcé para encontrar una explicación medianamente razonable)
- Mire, Rimoldi, me pareció interesante hacer una referencia al profundo vacío existencial al que un artista se expone cotidianamente a la hora de producir su obra, ya que como Usted sabe...
- No creo necesario aclararle una vez más que el que decide qué es interesante soy yo, y mucho menos, recordarle que no estamos dispuestos a solventar ninguna contemplación del vacío, por más profundo y existencial que sea. ¿Me entiende?
- Es que yo pensé...
- No piense más, mi amigo. Escriba. Cinco líneas ocurrentes para mañana, a esta hora.
- ¿A esta hora? -pregunté alarmado.
- Buenos días...y haga lo posible por descansar. Ya no es un chico para estar despierto hasta tan tarde.
Etiquetas: Conversaciones con mi Editor
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home