Conversaciones con mi Editor. Once
Desde febrero que no hablaba con Rimoldi.
Nuestro acuerdo verbal -más parecido a un acta de capitulación que a un pacto de caballeros- se destaca por una única virtud: la ambiguedad. Uno u otro, alternativamente pero casi nunca al mismo tiempo, gozamos o adolecemos de tal condición, volviéndola funcional a nuestros propósitos que, para ser sincero, generalmente consisten en joder al prójimo o tratar de no ser jodido -en un sentido estricto, casi la misma cosa- con el agravante que ambos somos muy mal perdedores.
Las estrategias empleadas en desplegar nuestro juego sobre el tablero, en consecuencia, suelen ser bastante poco ortodoxas, por lo cual no me pareció extraño que transcurrieran más de dos meses desde nuestra última conversación.
Si a esto le agregamos que no habían sido mis mejores semanas, se comprenderá mi voluntad de evitar todo contacto con él.
Sin embargo, no me engaño: sabía que en algún momento mi teléfono sonaría a la madrugada reiniciando el juego.
Nuestro acuerdo verbal -más parecido a un acta de capitulación que a un pacto de caballeros- se destaca por una única virtud: la ambiguedad. Uno u otro, alternativamente pero casi nunca al mismo tiempo, gozamos o adolecemos de tal condición, volviéndola funcional a nuestros propósitos que, para ser sincero, generalmente consisten en joder al prójimo o tratar de no ser jodido -en un sentido estricto, casi la misma cosa- con el agravante que ambos somos muy mal perdedores.
Las estrategias empleadas en desplegar nuestro juego sobre el tablero, en consecuencia, suelen ser bastante poco ortodoxas, por lo cual no me pareció extraño que transcurrieran más de dos meses desde nuestra última conversación.
Si a esto le agregamos que no habían sido mis mejores semanas, se comprenderá mi voluntad de evitar todo contacto con él.
Sin embargo, no me engaño: sabía que en algún momento mi teléfono sonaría a la madrugada reiniciando el juego.
Etiquetas: Conversaciones con mi Editor
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