Libretas Norte Pág. 61. Se acabó su tiempo.
- Resumiendo, mi cuerpo y mi mente no se llevan del todo bien.
- Explíquese un poco mejor, por favor.
- Mientras uno se obstina con aplicación en cumplir rigurosamente todas y cada una de las leyes del envejecimiento, la otra hace todo lo posible por desconocerlas.
- Para su tranquilidad, le aclaro que no se la conoce, precisamente, por ser una pareja de buena química.
- Mire, reconozco que soy una persona fácilmente entregada a los constructos literarios y como tal, no me cuesta demasiado asimilar la idea de que bastan unas pocas palabras para que el tiempo se detenga...
- Una idea bastante osada de su parte, por no decir imprudente.
- Tal vez. Sin embargo, no crea que evito situarme de pie frente al espejo tantas veces como es posible para escrutar con espíritu de forense la desnudez laxa de ese cuerpo que, en más de un sentido, va dejando de serlo.
- En ese momento, me imagino, no hay palabras más que para hacerse preguntas...
- O para evitarlas piadosamente...lo que produce casi el mismo efecto.
- Ajá.
- Es un lindo tema para desarrollar...¿no le parece?
- Sí, pero terminó su tiempo.
- Justamente es lo que estoy tratando de contarle.
- No me refiero a ese tiempo.
- ¿No?
- No.
- Ah...¿es que hay otro?
- Lo que quise decir es que espero a otro paciente en tres minutos, si no le importa.
- ¿Tres minutos?
- Dos con veinticinco, para ser rigurosos.
- ¿Y si no viene?
- Cosa de él.
- ¿Es un hombre?
- Digo él sólo para significar el paciente.
- Entiendo. No cabe duda que es un hombre.
- ¿Cómo lo sabe?
- Se acabó su tiempo...la veo la semana que viene.
- Explíquese un poco mejor, por favor.
- Mientras uno se obstina con aplicación en cumplir rigurosamente todas y cada una de las leyes del envejecimiento, la otra hace todo lo posible por desconocerlas.
- Para su tranquilidad, le aclaro que no se la conoce, precisamente, por ser una pareja de buena química.
- Mire, reconozco que soy una persona fácilmente entregada a los constructos literarios y como tal, no me cuesta demasiado asimilar la idea de que bastan unas pocas palabras para que el tiempo se detenga...
- Una idea bastante osada de su parte, por no decir imprudente.
- Tal vez. Sin embargo, no crea que evito situarme de pie frente al espejo tantas veces como es posible para escrutar con espíritu de forense la desnudez laxa de ese cuerpo que, en más de un sentido, va dejando de serlo.
- En ese momento, me imagino, no hay palabras más que para hacerse preguntas...
- O para evitarlas piadosamente...lo que produce casi el mismo efecto.
- Ajá.
- Es un lindo tema para desarrollar...¿no le parece?
- Sí, pero terminó su tiempo.
- Justamente es lo que estoy tratando de contarle.
- No me refiero a ese tiempo.
- ¿No?
- No.
- Ah...¿es que hay otro?
- Lo que quise decir es que espero a otro paciente en tres minutos, si no le importa.
- ¿Tres minutos?
- Dos con veinticinco, para ser rigurosos.
- ¿Y si no viene?
- Cosa de él.
- ¿Es un hombre?
- Digo él sólo para significar el paciente.
- Entiendo. No cabe duda que es un hombre.
- ¿Cómo lo sabe?
- Se acabó su tiempo...la veo la semana que viene.
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