Correspondencia. La revolución del caracol
Estimadísimas madres de mis innumerables novias,
Después de años de predicar con el ejemplo el sencillo y engañosamente efímero culto al placer por el deleite ante una buena comida, el buen sexo y la energizante contemplación de la vida como valores mucho más esenciales que la compulsión al trabajo, el estado de la cuenta corriente o la pérdida del cabello.
Después de haber lamentado la pérdida inevitable de varias hijas de Ustedes, a causa de la intransigencia de vuestras narices fruncidas ante este descarriado e inconducente hedonismo que nunca encontré apropiado defender, aunque sí profesar sin reservas, a pesar de los frunces de referencia.
Hoy, por fin, puedo sentirme tranquilo.
La "revolución del caracol", ese movimiento que hace del "elogio a la lentitud" su bandera, ha dado sustento filosófico a lo que difícilmente hubieran comprendido sin experimentarlo.
Lamento no estar ya en oferta. Pero juraría que sus hijas -alguna de ellas, si no todas- deben saberlo: aún en contra del mundo, de la tele, de los celulares, de la estúpida mirada de los otros, y de tantas otras tonterías que no vienen al caso enumerar, siempre se encuentra a alguien para quien el tiempo del placer es puro placer sin tiempo.
Cordialmente suyo,
Aquel que no sé si recuerdan, pero ellas seguro que sí.
Después de años de predicar con el ejemplo el sencillo y engañosamente efímero culto al placer por el deleite ante una buena comida, el buen sexo y la energizante contemplación de la vida como valores mucho más esenciales que la compulsión al trabajo, el estado de la cuenta corriente o la pérdida del cabello.
Después de haber lamentado la pérdida inevitable de varias hijas de Ustedes, a causa de la intransigencia de vuestras narices fruncidas ante este descarriado e inconducente hedonismo que nunca encontré apropiado defender, aunque sí profesar sin reservas, a pesar de los frunces de referencia.
Hoy, por fin, puedo sentirme tranquilo.
La "revolución del caracol", ese movimiento que hace del "elogio a la lentitud" su bandera, ha dado sustento filosófico a lo que difícilmente hubieran comprendido sin experimentarlo.
Lamento no estar ya en oferta. Pero juraría que sus hijas -alguna de ellas, si no todas- deben saberlo: aún en contra del mundo, de la tele, de los celulares, de la estúpida mirada de los otros, y de tantas otras tonterías que no vienen al caso enumerar, siempre se encuentra a alguien para quien el tiempo del placer es puro placer sin tiempo.
Cordialmente suyo,
Aquel que no sé si recuerdan, pero ellas seguro que sí.
Etiquetas: Correspondencia privada
1 Comments:
Lástima que no estás en oferta, que si no me llevaba dos. Para tener de repuesto.
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