lunes, enero 30, 2006

Correspondencia. La revolución del caracol

Estimadísimas madres de mis innumerables novias,

Después de años de predicar con el ejemplo el sencillo y engañosamente efímero culto al placer por el deleite ante una buena comida, el buen sexo y la energizante contemplación de la vida como valores mucho más esenciales que la compulsión al trabajo, el estado de la cuenta corriente o la pérdida del cabello.

Después de haber lamentado la pérdida inevitable de varias hijas de Ustedes, a causa de la intransigencia de vuestras narices fruncidas ante este descarriado e inconducente hedonismo que nunca encontré apropiado defender, aunque sí profesar sin reservas, a pesar de los frunces de referencia.

Hoy, por fin, puedo sentirme tranquilo.

La "revolución del caracol", ese movimiento que hace del "elogio a la lentitud" su bandera, ha dado sustento filosófico a lo que difícilmente hubieran comprendido sin experimentarlo.

Lamento no estar ya en oferta. Pero juraría que sus hijas -alguna de ellas, si no todas- deben saberlo: aún en contra del mundo, de la tele, de los celulares, de la estúpida mirada de los otros, y de tantas otras tonterías que no vienen al caso enumerar, siempre se encuentra a alguien para quien el tiempo del placer es puro placer sin tiempo.

Cordialmente suyo,

Aquel que no sé si recuerdan, pero ellas seguro que sí.


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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Lástima que no estás en oferta, que si no me llevaba dos. Para tener de repuesto.

1:21 a.m.  

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