jueves, enero 19, 2006

Conversaciones con mi Editor. Seis


Recordaba vagamente la recomendación de Rimoldi: "Discúlpese con Barbarita", pero, claro, no era mi costumbre hacerle caso al pie de la letra.


Además, de un tiempo a esta parte, era frecuente que en la mañanas no tuviera el más mínimo registro de lo hecho o dicho en la noche. Lo cual no estaba tan mal en algunas circunstancias, aunque malísimo en otras.

(Está de más decir que siempre sabía exactamente hasta la última letra pronunciada, pero simular ingenuamente amnesia total me había procurado una suerte de escudo protector contra, por ejemplo, el interrogatorio fastidioso del día siguiente)

El caso es que, en esta oportunidad, no tenía ni la menor idea de lo que me hablaba. Más allá de que cualquier palabra emitida por sus labios producía en mí una suerte de sortilegio que colocaba naturalmente en cero a mis pensamientos.

"Eso que me escribió".

Lo había escuchado con claridad, y sin embargo, casi podría haber jurado que era la segunda vez que tenía ocasión de hablar con ella. Sabía que se trataba de una confusión -la misma de siempre-, y quise advertirle que no, Barbarita, que Usted se confunde, lo que leyó -bonito, por cierto- ni siquiera me pertenece, además, imagínese si a los escritores nos pasara realmente todo lo que escribimos o estuviéramos efectivamente en todos los rincones en los que decimos estar. Quiero decir que estuve apenas a un paso de ser sincero con ella, pero mi ego ya me estaba pateando por debajo de la mesa, y sólo atiné a escucharla.

- ... quiero decirle también que sigo con mucho placer todo lo que hace, Señor S., gracias.
- Eeee...espere, por favor -dije, pero ya había cortado-.

Por un momento, me sentí un gusano, y para peor, un gusano con los tobillos machucados. El teléfono volvió a sonar y me apuré a levantar el tubo.

- Mire, lo que trataba de explicarle es que todo esto es un error...
- Qué le pasa, S. ..., ¿está soñando o ya comenzó a beber?

Rimoldi, con su estilo inconfundible, se despachó con tres preguntas al hilo. Paso.

- Escúcheme, S. -ordenó-. Veníamos bien con eso del Dibujo... ¿qué necesidad de volver a esas tonterías lánguidas y lastimosas?
- Ninguna, Señor- mentí-.

En verdad, hacía rato me lo preguntaba.

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6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Usted es lo peor, no publica los comentarios que se le dejan, así no dan ganas de participar.

5:12 p.m.  
Blogger El Maestro said...

Comprenderá que hay un delay propio de los husos horarios, Pepona.

Yo, en este preciso momento, le hablo desde el Paraíso.

Sepa disculpar las demoras.

5:37 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Las demoras nunca se disculpan, Maestro

5:38 p.m.  
Blogger El Maestro said...

Ninguna disculpa es una disculpa (si es lo que me quieren hacer decir)

Que no dije pero quisiera haber dicho.

5:41 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

Vamos, vamos, preócupese de escribir, señor, como dice su editor-conciencia.

10:00 p.m.  
Blogger El Maestro said...

Usted no entiende nada, Mucho ruido.
(espero que no le moleste que lo llsme sólo por su nombre)

Rimoldi no se parece en nada a mi conciencia

De hecho, creo que no la tengo.

10:33 p.m.  

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