lunes, enero 09, 2006

Conversaciones con mi Editor. Dos

Estaba convencido de que su amenaza de llamarme en veinticuatro horas era simplemente eso, aunque, por si acaso, me ocupé de escribir algo más de cinco líneas en tiempo y forma, antes de disponerme a recuperar el sueño perdido en los últimos días.

A las tres de la madrugada el teléfono empezó a sonar.

- Hola...
- ¿Eso le parece ocurrente? -dijo.

Conociéndolo como lo conocía, entendí que no esperaba una respuesta a su pregunta. A decir verdad, no pude menos que agradecerle secretamente ese gesto que me evitaba la incómoda situación de ser sincero con quien no debía. Cambié de tema sin acusar el golpe.

- Rimoldi...qué agradable sorpresa!...¿la familia bien?

- A ver si me entiende, S. Pensé que tenía claro que esto era un negocio. Y los asuntos personales casi nunca se llevan bien con los negocios, ¿me explico?
- Discúlpeme, pero tan sólo le preguntaba por su familia...
- Hablo de Usted, S., no de mí. ¿Cuándo va a dejar de recurrir a la obviedad de poner su vida en primer plano?

Si mal no recordaba, había sido él quien me había sugerido cambiar la tercera persona por la primera para "ganar verosimilitud en el relato", pero difícilmente lo reconocería.

- Mire, Rimoldi, que escriba en primera persona no quiere decir que haya que tomar al pie de la letra todo lo que digo.
- ¿Me quiere decir entonces que tengo que pensar que es un mentiroso?

Dudé un segundo antes de contestarle. Ya parecía una pelea matrimonial: no recordaba por qué tontería había comenzado pero ya me estaba defendiendo de las peores acusaciones.

- Bueno, sí. En un sentido literario podría pensarse que todo escritor es un gran mentiroso.
- Por supuesto -dijo-, no esperaba menos de Usted.

Y cortó.
A los cinco minutos, volvió a sonar el teléfono. Era él.

- Y otra cosa, S.
- Dígame, Rimoldi.
- Ese nombre suyo...¿por qué no busca otro menos ridículo?

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