lunes, mayo 22, 2006

Conversaciones con mi Editor. Trece

"Si las puertas de la percepción fueran abiertas, el hombre percibiría todas las cosas tal como son. Infinitas"

No sé qué hacía ese papel en mi cajón y la cita de Blake en él, manuscrita con letra apurada, pero interpreté que el destino, en esta oprtunidad sí estaba de mi parte. Sin perder tiempo, encendí tres velas naranjas y dejé entibiar el aceite de jengibre que tanto me inspiraba. Prendí un par de sahumerios, mientras corrí a buscar los CD de música trascendental que alguien había dejado olvidados en un cajón de mi placard. A simple vista, tenía cubierto todo el espectro de mis sentidos. O casi. Ciertamente, un masaje no hubiera venido mal, pero no eran horas de llamar a nadie. Además, se suponía que toda esa escenografía rigurosamente montada obedecía exclusivamente a mi desesperación por cumplir con el encargo de Rimoldi, y no a otra cosa.
Me tendí en mi cama con la libreta abierta en una hoja cualquiera, cerré los ojos y aspiré profundo con la esperanza que el fantasma de Blake me tendiera una mano.

No hace falta decir que me quedé profundamente dormido. Antes del amanecer, un olor filoso me hizo despertar. La libreta, justo encima de las velas, todavía humeaba a jengibre.

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