Penélope
Ninguna despedida es otra cosa que urgencia, pero nomás verlo así, diciendo adiós sin posibilidad de adivinar en sus ojos más que la prisa por subir al barco y cortar las amarras, me hizo entender la necesidad del tipo por poner distancia entre nosotros.
En ese momento decidí mi venganza.
Lo pensé mucho porque podría haber agradecido ese gesto que me liberaba de remordimientos para correr bajo las sábanas de una larga lista de apuestos pretendientes.
Sin embargo, elegí encerrarme y esperar hasta sentir su debilidad una vez que estuviera frente a mí, porque nunca dudé que volvería.
Lo de tejer y destejer no se ha comprendido bien. Día tras día, el odio que siento me hace ceñir más los puntos de la mortaja que sin dudas, querrá lucir a su regreso, cuando la vanidad del triunfador no le permita discernir entre lo efímero de la gloria o la eternidad del ocaso.
En ese momento decidí mi venganza.
Lo pensé mucho porque podría haber agradecido ese gesto que me liberaba de remordimientos para correr bajo las sábanas de una larga lista de apuestos pretendientes.
Sin embargo, elegí encerrarme y esperar hasta sentir su debilidad una vez que estuviera frente a mí, porque nunca dudé que volvería.
Lo de tejer y destejer no se ha comprendido bien. Día tras día, el odio que siento me hace ceñir más los puntos de la mortaja que sin dudas, querrá lucir a su regreso, cuando la vanidad del triunfador no le permita discernir entre lo efímero de la gloria o la eternidad del ocaso.
Etiquetas: Mitos
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