Conversaciones con mi Editor. Cinco
Después de la inesperada confesión de Rimoldi durante nuestra última charla, sentí que los astros volvían a posicionarse en alineación cósmica con mi suerte. Por primera vez en una semana, dormí profundamente y sin interrupciones, probablemente a causa de la euforia en la que me había sumido tan significativa victoria, aunque más seguramente a causa del número impreciso de tragos con los que la había festejado.
Creo que era lunes, y mi cabeza parecía un lavarropas centrifugando tuercas. Cuando sonó el teléfono, me apuré a contestar.
- Qué tal, Rimoldi...esta vez sí que le encontré algo grande, ¿eh?
- Hola...
Una deliciosa vocecita me hizo tirar con fuerza del cable para desenchufar rápidamente el lavarropas. A pesar del ruido a tuercas, hice un esfuerzo para reconocerla.
- ¿Señor S.? - susurró.
- ¿Perdón? - contesté.
Había aprendido en un curso de Public Relationship -aquella legendaria agencia de Relaciones Públicas, famosa por funcionar a bordo de una lancha abandonada en el Dock- que era la frase correcta "para ganar tiempo sin importunar a nuestro ocasional interlocutor ni evidenciar grosería", según constaba en el instructivo.
- En todo caso, perdone Usted mi atrevimiento, Señor S., pero necesitaba decirle que es re-lindo lo que me escribió...
Alerta rojo. Me tranquilizó saber que a pesar del ruido a metales entrechocándose, los sensores de peligro seguían funcionando. ¿Qué le habría escrito a Barbarita?
Creo que era lunes, y mi cabeza parecía un lavarropas centrifugando tuercas. Cuando sonó el teléfono, me apuré a contestar.
- Qué tal, Rimoldi...esta vez sí que le encontré algo grande, ¿eh?
- Hola...
Una deliciosa vocecita me hizo tirar con fuerza del cable para desenchufar rápidamente el lavarropas. A pesar del ruido a tuercas, hice un esfuerzo para reconocerla.
- ¿Señor S.? - susurró.
- ¿Perdón? - contesté.
Había aprendido en un curso de Public Relationship -aquella legendaria agencia de Relaciones Públicas, famosa por funcionar a bordo de una lancha abandonada en el Dock- que era la frase correcta "para ganar tiempo sin importunar a nuestro ocasional interlocutor ni evidenciar grosería", según constaba en el instructivo.
- En todo caso, perdone Usted mi atrevimiento, Señor S., pero necesitaba decirle que es re-lindo lo que me escribió...
Alerta rojo. Me tranquilizó saber que a pesar del ruido a metales entrechocándose, los sensores de peligro seguían funcionando. ¿Qué le habría escrito a Barbarita?
Etiquetas: Conversaciones con mi Editor
2 Comments:
No se haga el de las pampas, maestro, si usted es un experto en escribirle a las mujeres lo que ellas desean escuchar (pero eso no lo sabe Barbarita ¿cierto?)
¡Cuán larga y pegajosa es la tela verborrágica que usted sabe extender para atrapar a las tontas insectas egóticas!
Me desconcierta su expresión "el de las pampas".
Soy un hombre de llanura, ya lo debería saber.
Mi tela es larga y pegajosa, lo admito, pero quizás no sepa que sólo hay un bicho que queda atrapado en ella.
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