Dibujo
Una niña sentada en medio de un desparramo de crayones, dibuja en una hoja una casita de cuentos: el techo rojo, dos ventanas simétricas con prolijas cortinas azules, una chimenea de ladrillos, el humo negro que se eleva como un rulo hacia el cielo, por detrás del árbol de copa verde y redonda.
"Qué hermoso", piensa su madre mientras la observa, "qué hermoso dibujo".
Ignora lo que para la niña es una temible certeza: que detrás de esa puerta sólo hay demonios, que las cortinas apenas si ocultan el rostro perverso que la atemoriza, que el humo negro y la noche se confunden en un vértigo de monstruos de manos procaces.
En silencio, dibuja.
Quizás pensando que esta vez sí, los demonios van a escapar por esa puerta. Que en las ventanas no hay más que macetas con flores. Que en esa noche sólo hay brazos para acunar su sueño.
"Qué hermoso", piensa su madre mientras la observa, "qué hermoso dibujo".
Ignora lo que para la niña es una temible certeza: que detrás de esa puerta sólo hay demonios, que las cortinas apenas si ocultan el rostro perverso que la atemoriza, que el humo negro y la noche se confunden en un vértigo de monstruos de manos procaces.
En silencio, dibuja.
Quizás pensando que esta vez sí, los demonios van a escapar por esa puerta. Que en las ventanas no hay más que macetas con flores. Que en esa noche sólo hay brazos para acunar su sueño.
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