Correspondencia. La revolución del caracol
Después de años de predicar con el ejemplo el sencillo y engañosamente efímero culto al placer por el deleite ante una buena comida, el buen sexo y la energizante contemplación de la vida como valores mucho más esenciales que la compulsión al trabajo, el estado de la cuenta corriente o la pérdida del cabello.
Después de haber lamentado la pérdida inevitable de varias hijas de Ustedes, a causa de la intransigencia de vuestras narices fruncidas ante este descarriado e inconducente hedonismo que nunca encontré apropiado defender, aunque sí profesar sin reservas, a pesar de los frunces de referencia.
Hoy, por fin, puedo sentirme tranquilo.
La "revolución del caracol", ese movimiento que hace del "elogio a la lentitud" su bandera, ha dado sustento filosófico a lo que difícilmente hubieran comprendido sin experimentarlo.
Lamento no estar ya en oferta. Pero juraría que sus hijas -alguna de ellas, si no todas- deben saberlo: aún en contra del mundo, de la tele, de los celulares, de la estúpida mirada de los otros, y de tantas otras tonterías que no vienen al caso enumerar, siempre se encuentra a alguien para quien el tiempo del placer es puro placer sin tiempo.
Cordialmente suyo,
Aquel que no sé si recuerdan, pero ellas seguro que sí.
Etiquetas: Correspondencia privada
Esto no es todo, amigos